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Vida y muerte contigo

En los pasillos de la nave del Lord Freezer, cada rincón era blanco, estéril, parecía ser un lugar que estaba muerto, al haber sido construido con los recursos de civilizaciones destruidas por la familia Cold, para poder vender planetas, ¿y para qué?, al final todos los planetas terminaban viéndose iguales, cada cosa única de esas bellezas era escondida y apropiada por el propio Freezer como un trofeo. Un ejemplo de ello eran los Saiyajin, su planeta fue reducido a cenizas, y luego, los pocos restantes de esa raza fueron reclutados para continuar con la misión interminable, sin sentido y cruel de codicia de los Cold.

A pesar de todo eso -de los intentos de separación de los soldados, casi esclavos, para evitar la rebeldía- dos niños a los que llamaban monos terminaron encontrándose, ellos eran Raditz y Vegeta. El primero, un Saiyajin de la clase más baja, el segundo, el príncipe de un reino extinto. Los dos tenían el cabello alborotado en direcciones opuestas, Raditz siempre fue más alto, Vegeta, siempre más pequeño, pero era el más poderoso de los dos.

Ambos tenían hermanos - Kakaroto y Tarble. Ambos tenían hermanos que estaban muy lejos y padres que, según los otros soldados, estaban en el infierno, el lugar en el que cada uno de ellos iba a terminar. Vegeta no le daba mucha importancia a su hermano. Su padre, cuando aún vivía, lo echó del planeta por una buena razón, seguramente, una que desconocía. Raditz, sin embargo, soñaba con encontrar el planeta al que Kakaroto fue enviado, para reunirse con él o algo por el estilo. Vegeta resoplaba, a Raditz le brillaban los ojos - la familia, querer tener una - algo tan alejado de lo que eran los Saiyajin o de en lo que el ejército los había convertido.

Raditz le hablaba de su hermano menor y de su cabello raro y del sonido de su voz, Vegeta regresaba a su cuarto, y se preguntaba si Tarble estaba contándole eso de Vegeta a alguien en alguna parte del universo. Después, se levantaba a entrenar y mataba a algunos Saibaman.

A pesar de todo el odio inyectado en todo momento al vivir en esa parte miserable del universo, ellos terminaron volviéndose amigos, gracias a esos momentos.

Como fugitivos sin tierra, compartían comida robada de los adultos que los acompañaban en misiones a planetas lejanos, adultos que se negaban a compartirla, solo veían los números tras sus scouters, y no a aquellos niños. Raditz en un momento le dio una ración más grande a Vegeta, Vegeta la aceptó, diciendo que porque se la merecía al ser mejor, pero en realidad, y Raditz lo sabía, era porque estaba muriéndose de hambre.

Luego, siempre, regresaban a la base, con sus rodillas sangrando y sus caras llenas de moretones, sucios al haberse transformado en Ozaru. Raditz no tenía aún la habilidad de recordar lo que hacía al estar en esa forma, Vegeta silenciosamente veía eso como una bendición. Raditz, en parte, estaba aún ciego a cómo ellos aparecían para aplastar cada edificio, cada refugio, cada estatua en cada tierra. 

En el vestidor, Raditz sacó un insecto extraño que estaba escondido en su armadura. Una mariposa con siete alas, todas con distintos colores y texturas. Raditz no recordaba la destrucción que causaban cuando se transformaban en Ozaru, en cambio, recordaba esas pequeñas cosas.

—Mira —susurró Raditz, y empezó a parlotear sobre todos los insectos y animales que vió en el planeta al que destruyeron.

Vegeta escuchó atentamente, hambriento, también, de tener una conversación normal. Un día Raditz le mostró un gusano, a Vegeta le daban escalofríos, no importa, se decía, estaba acostumbrado a los escalofríos. Pero Raditz se dió cuenta de ello y lo alejó de la vista de Vegeta, Freezer se lo habría tirado en la cara.

***

—Mira —susurró Raditz, otra misión, otro insecto.

Vegeta miró al pequeño, esta vez realmente interesado, Raditz siempre hablaba de ellos como si fueran algo especial, así que seguramente tenían algo, ¿no es así?

El insecto parecía estar abrazado a algo, tras unos segundos de observación, sin ser atacado, éste bajó la guardia y mostró que, bajo sus alas, escondía a su compañero.

—Mejor que Zarbon y Dodoria no te vean con eso —susurró Vegeta.

—Ah... ¿y qué hacemos con ellos, entonces?

—Podríamos dejarlos en uno de los planetas aliados cuando tengamos que conseguir suministros; seguramente van a encontrar una nueva casa por sí solos...

Su conversación fue interrumpida por sus scouters.

—Soldados Raditz y Vegeta: Saben que susurrar está prohibido, interfiere con las comunicaciones.

Vegeta chasqueó la lengua, Raditz silenciosamente hizo una seña de "bla, bla, bla" mientras escuchaban aquellas órdenes. Eso hizo que Vegeta sonriera un poco.

Raditz guardó a uno de los insectos en su armadura, Vegeta, al otro en la suya, pronto los reunirían en un lugar seguro, o lo más cercano a ello.

***

Terminaron en un planeta que solamente seguía existiendo ya que le daba combustible a las naves de Freezer; y cuando sus compañeros no los estaban mirando, Raditz y Vegeta sacaron a aquellos insectos de sus hombros y los dejaron sobre el césped rojizo. Éstos parecieron confundidos por un momento, y rápidamente corrieron el uno hacia el otro.

Raditz y Vegeta se miraron.

—Creo que van a estar bien —dijo Vegeta. 

Raditz levantó su pulgar, y siguieron con su misión espacial.

***

Los años pasaron. Raditz siguió haciéndose más alto, más fuerte, pero no lo suficiente. Vegeta se volvió más frío, más cruel, pretendía ser lo suficientemente fuerte, pero nunca lo sería en ese lugar. Los clase alta no tenían permitido pasar demasiado tiempo con los clase baja, así que cada momento juntos era increíblemente preciado.

Freezer observaba a Vegeta de cerca, era el saiyajin que más se oponía a él, y el más leal al mismo tiempo, era a su parecer, y ciertamente, un peligro. Tenía que hacer que se sienta más débil, tenía que romper su orgullo y esperanzas para que nunca se le ocurriera rebelarse como Bardock.

Así que - la orden llegó cuando ambos tenían diecisiete años. Raditz sería enviado a otro planeta al igual que su hermano menor, en solitario, y se quedaría allí con “propósitos de conquista”. En general, cuando se daba esa orden, en realidad significaba que aquel soldado sería dejado a su suerte, y ni siquiera le informarían a los demás a qué parte del universo sería enviado realmente. Sería enviado en una nave hecha para romperse después de un solo uso, para no ser capaz de escapar nunca. Básicamente, sería desechado como basura.

Vegeta fue con Freezer esa noche para tener una discusión estratégica sobre la siguiente misión. En realidad, fue a pedirle, a suplicarle, que no enviara a Raditz a su perdición.

—Lord Freezer —intentó que las lágrimas y el veneno no se fugaran de sus ojos mientras hacía una reverencia frente al trono—. Raditz es útil aquí. Su lealtad es absoluta. Él no ha causado ningún problema y su nivel de poder es efectivo para las misiones. No ha fallado. Le pido que reconsidere su decisión de...

—Pero él ha causado fallas en ti.

—¿A-a qué se refiere?

—Una y otra vez, has quebrantado el reglamento a causa de Raditz. Sabes bien, Vegeta, que no debes dejar que los de clase baja te influencien, pero tienes el hábito de desviarte de tu camino en las misiones para explorar con él, ¿no es eso cierto? De qué crees que se trata esto, ¿de una excursión escolar?

—¿"Escolar"?

Freezer suspiró, probablemente no sabía qué significaba esa palabra.

—De qué crees que se trata esto, ¿de salir a divertirse? No; esto es un negocio, y con sus tonterías, entorpecen las misiones y hacen que todos perdamos el tiempo. Por tu bien, Vegeta, y por el bien de las fuerzas, es que decido tomar esta decisión. 

La culpa apareció en los ojos de Vegeta, y Freezer sonrió.

—P-pero... —Hizo una pausa—. por favor... —murmuró Vegeta—. No envié a Raditz a su muerte.

Freezer se quedó en silencio, observando cómo aquel niño orgulloso se mostraba débil. 

Se rió.

—Ah, qué conmovedor. De acuerdo, de acuerdo. Pero no más estupideces o Raditz se irá, Príncipe. Esto queda en tus manos.

Vegeta era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir en un planeta inhóspito, pero Raditz no, y ambos lo sabían. Con esta amenaza, Freezer podría controlar a Vegeta por un tiempo más, todo por sus estúpidos sentimientos.

***

Vegeta ya no podía seguir distrayéndose con Raditz. Cada una de sus acciones debía ser perfecta y calculada matemáticamente.

Raditz se acercó para hablarle, pensando aún que iba a ser expulsado de las fuerzas, pensando que era la última vez que se verían.

Vegeta lo miró con el odio que le tiene a Freezer.

—Aléjate ya —dijo Vegeta, lo suficientemente alto como para que su scouter capture el sonido—. No quiero tener a escoria como tú frente a mí.

Por un momento, Raditz pensó que se trataba de una broma, pero Vegeta retrocedió cuando él se acercó.

—¿Qué te pasa hoy...?

—Dije que te alejes, insecto. ¡Me das asco!

Vegeta lo empujó fuertemente, tirándolo al piso y dejando las marcas de su cuerpo arrastrado por su fuerza en éste. Raditz, en una nube de polvo, tosió y, confundido, vio cómo la silueta de Vegeta se alejó sin decir nada.

Pero cuando Raditz se enteró de que Freezer "se había arrepentido de su decisión de expulsarlo", justamente tras hablar con Vegeta... entendió qué era lo que había pasado.

Pensó en esos insectos a los que habían salvado tantos años atrás. Separados, llevados por personas distintas, pero reunidos al final en un planeta seguro.

Pensó que quizás ese iba a ser su destino. 

La distancia entre ellos era tanta como el tamaño del universo que conocían, pero ambos sabían cuánto cariño aún se escondía tras ella.

***

El tiempo pasó. Un planeta con una atmósfera extraña que rompía sus scouters por una interferencia electromagnética... Raditz había investigado ese lugar y ese fenómeno discretamente, y lo sugirió para una misión sin que los demás se dieran cuenta del porqué. Por primera vez en años, Vegeta y Raditz podían hablar libremente, sin ser espiados por sus jefes.

Vegeta se dio cuenta rápidamente de la falla cuando bajó de su cápsula e intentó percibir el ki general de la población de aquel planeta, pero su scouter no encendía.

—¿Pero qué...? Esta cosa se rompió...

—Así es —dijo Raditz con una sonrisa mientras bajaba de su nave también—. Me aseguré de ello.

Vegeta levantó una ceja. 

—¿Qué... estás tramando?

Raditz se acercó a él y puso su mano en su brazo. Vegeta se encogió, sorprendido.

—Vegeta, escucha, ya sé a qué planeta enviaron a Kakaroto. 

—¿Y eso qué importa, estúpido? —gritó, entrando en pánico por estar en una situación incierta.

—Ese planeta, la Tierra, estaba lleno de los seres más débiles del universo, por lo que es imposible que Kakaroto haya sido exterminado, en este momento, él debe ser el líder de ese lugar —Puso su mano libre sobre el otro brazo de Vegeta—. ¡Si vamos allí, seremos libres al igual que él!

Vegeta se quedó en silencio, sin saber qué responder.

—Vegeta, ¡tienes que huir conmigo! —agregó Raditz con urgencia—. ¡Tomemos esas cápsulas y larguémonos ahora mismo!

Vegeta pensó en la razón por la que se alejó de él…

—Nos atraparán —respondió Vegeta y apartó las manos de Raditz, pero no las soltó—. Nos atraparán y nos matarán a los dos.

—No si seguimos juntos...

—¡Estúpido! —interrumpió—. ¿No recuerdas lo que dijeron de tu padre Bardock? Que fue el último rebelde, y mira lo que le pasó, ni siquiera pudo salir de Vegeta-sei a tiempo. Si nos encuentran, no tendrán piedad. No podemos tomar ese riesgo…

—¿Es en serio? —murmuró Raditz, ya no con tanta energía—. ¿No tomarás ese riesgo por mí?

Vegeta lo miró, sus ojos dudaron por unos momentos, sus manos apretaron las de él. Por una vez, no estaba fingiendo mirarlo con odio.

—Raditz —escupió, y lo soltó—. Ve a esta "Tierra" tú solo y me aseguraré de que no te atrapen mientras sigo trabajando aquí. Será suficiente que uno de los dos se quede y muestre lealtad para que Freezer no tema por las acciones del otro.

—Pero...

—Es una orden —dijo firmemente.

Raditz frunció el ceño, y luego, se rió con amargura.

—¿Mientras sigues "trabajando", eh? En realidad te están matando lentamente. Pero da igual.

Vegeta se quedó en silencio, ambos se miraron con seriedad. Ya lo sabían, esto era una despedida. Raditz se sacó el scouter, lo tiró al suelo, y lo pisó. Luego, volvió a mirar a Vegeta. 

—Una cosa más.

—¿Mm-hmm? 

—Vegeta. Te quiero —Raditz dijo de repente—. Desde siempre, ¿sabes?

Vegeta se tensó, ¿qué se supone que deba responder un Saiyajin a eso?

—Lo sé. Por eso debes irte.

Entonces, Vegeta se sacó uno de sus viejos aretes de la realeza y se lo ofreció. 

—Usaba esto para comunicarme con mi padre. Se recarga con un material de Vegeta-sei que ya no existe. 

Raditz lo miró con confusión.

—Solamente tiene energía para un último mensaje más, por eso nunca lo he usado. Tómalo.

Raditz sonrió un poco, y se puso el arete. Obviamente, Vegeta no era capaz de decir "te quiero", pero ese gesto significaba lo mismo.

—Adiós, príncipe.

Ambos regresaron a sus cápsulas, pero se fueron a distintas partes del universo. 

***

Vegeta regresó a la base sin Raditz, explicando que él había muerto al no soportar la atmósfera de ese planeta. Freezer no habría sospechado nada si no fuera porque faltaba un símbolo de su orgullo como príncipe en su oreja.

Simplemente sonrió, sabiendo que Vegeta se estaba quedando cada vez más solo.

***

Raditz llegó a la Tierra, encontró a su hermano y murió en un campo bajo un cielo alienígena.

Vegeta se enteró de su muerte a través de una transmisión en su arete. No sintió nada, no podía permitírselo.

***

Años después, Vegeta conoció la Tierra, el lugar al que Raditz veía como un posible santuario. Sin embargo, se negó a pensar en Raditz, tenía batallas que ganar, un orgullo que reclamar, debía convertirse en el súper saiyajin, superar a Kakaroto.

Sin embargo, a veces, cuando Kakaroto - o Goku, como se llamaba ahora - sonreía de cierta manera, Vegeta veía fragmentos de su viejo amigo. Y eso hacía que quisiera golpearlo más fuertemente.

***

Majin Buu vino y desapareció. Vegeta eligió a su familia y a su nueva vida por sobre toda la violencia.

—Se llamaba Raditz —le dijo a Bulma en una noche tranquila, años después de casarse. Trunks dormía en su cuarto, y la casa, ahora un hogar, estaba en paz.

—¿Raditz? —Bulma frunció el ceño—. ¿Ese no era...?

—El hermano de Kakaroto, sí. Aunque, antes de eso... él fue mi mejor amigo.

Ambos estaban acostados en su cama, y Vegeta miró hacia el techo de su habitación mientras apretaba la sábana sobre ellos con los dedos. Era extraño decirlo en voz alta, nunca se había detenido a pensar en su relación con él y lo importante que fue, lo importante que aún era. Pero si Vegeta iba a vivir en la Tierra, su familia merecía saber toda su historia.

—Intentó salvarme de mi puesto en el ejército de Freezer... Me rogó que huyera con él aquí, a la Tierra. Pero yo... temía que... Raditz estaba en cuerda floja desde hace tiempo; Freezer lo dejó vivir siempre y cuando yo fuera leal a él. Y si traicionaba a Freezer con Raditz... y nos encontraban... ¿qué pasaría con él...? 

Vegeta suspiró, y Bulma abrazó a su esposo.

—Ya sabes lo que pasó después de eso, ¿verdad? Le dije que viniera aquí solo, y murió pensando que no me importaba.

—Creo… que él sabía cuánto te importaba. Un vínculo así no desaparece solamente por no ponerlo en palabras. Tú nunca me dices que me amas, por ejemplo.

Vegeta la miró.

—Y aún así, sé que dejarías todo atrás por mí.

***

Un día, Bulma le hizo una propuesta a Vegeta. ¿Y si reviven a Raditz con las Esferas del Dragón?

Vegeta se lo imaginó de miles de formas.

Raditz conociendo a su hijo Trunks, a Bulma, reconciliándose con Kakaroto e incluso hablando de insectos con Gohan. Vegeta y Raditz podrían entrenar juntos, por primera vez, sin que nadie los esté observando de mala manera. Raditz por fin tendría su santuario, y encajaría perfectamente en la vida de Vegeta. Siendo alguien tan importante para él, ¿cómo podría ocurrir de otra manera?

…De miles de formas.

Raditz sintiéndose desplazado en un mundo que siguió adelante sin él, tantas décadas, tantos nuevos poderes, tanta historia que no presenció. Raditz, congelado en el momento de su muerte, desesperado y violento, aún con su vieja armadura y el arete de Vegeta, una tecnología antes innovadora que ahora era arcaica.

¿No sería cruel devolverle la vida a alguien sin saber si el mundo en el que vivía aún existe?

***

A través de la meditación, y por un esfuerzo de meses, por fin el mundo de los vivos tocó el reino de los muertos. Vegeta tenía los ojos cerrados, pero pudo ver el fantasma de su amigo en la oscuridad.

—¿Raditz?

Raditz se volvió hacia él.

—¿Vegeta?

Su voz sonaba exactamente igual que la última vez que se vieron, lo que era una mala señal.

—He estado pensando en ti. En traerte de vuelta a la vida.

Raditz lo miró por unos momentos. Vegeta tenía más años encima, parecía haber crecido.

—Primero háblame de la tuya.

Y eso hizo Vegeta. Bulma, Trunks, Cell, Majin Buu, Kakaroto, Gohan, Goten. Paz, conflicto, paz de nuevo-

El super saiyajin, la muerte de Freezer, envejecer y amar. Todo lo que Raditz nunca tuvo y siempre deseó…

—...Ya veo. Me alegro por ti, Vegeta. 

—…Pero, responde, ¿quieres volver? —preguntó con algo de apuro.

Tras una pausa, Raditz sonrió. 

—No. Ahora eres una persona diferente, Vegeta. Tú tienes tu vida, yo, mi muerte. Tú tienes tu lugar y yo el mío.

—Pero...

Esta vez, Vegeta era el rechazado.

—Estoy en paz solo con oír cómo salió todo. No necesito volver.

—Pero te extraño.

—Que me extrañes no significa que me necesites y que debamos cambiar las cosas.

Vegeta se quedó en silencio.

—Bien. Raditz, entiendo. Pero... no te lo dije entonces. Te quiero —murmuró.

—Yo también… Cuando mueras, estaré aquí, y tendremos la eternidad si así quieres. Por ahora, debo irme. Adiós... viejo amigo.

Vegeta le sonrió también.

***

Vegeta vivió hasta los ciento veinte años. Murió en paz mientras dormía, rodeado de su familia. Luego, abrió los ojos en un lugar infinito. Raditz lo esperaba tranquilamente, sentado en una piedra, con el mentón sobre la mano. Al verlo, se enderezó, y le sonrió de la misma forma de siempre. ¿Cuánto tiempo llevaba esperando?

—Te ves mayor, Vegeta.

—Y tú, diferente.

—Sí. He estado pensando mucho en de qué te hablaría cuando llegases. Pero creo que sería mejor escucharte a ti, por un tiempo.

Vegeta se sentó junto a él, y entonces, pasaron décadas simplemente hablando. O en silencio. O peleando. O reconciliándose. Luchando y entrenando como si todavía pudieran morir. Por un momento, por una eternidad, fueron los niños que eran antes de ser aplastados bajo la presión de un enemigo que ya había desaparecido.

Y finalmente, llegó otra orden. El universo se había terminado, y era hora de renacer.

—¿Nos vamos a volver a ver?

—Por supuesto.

***